A los seres humanos nos gusta reírnos y la mayoría disfrutamos mucho del humor. Detrás de este comportamiento hay una explicación científica a nivel de los neurotransmisores del cerebro que ameritaría una larguísima explicación.

¿Pero qué es en realidad el humor?

En pocas palabras es la capacidad de tomar alguna situación seria o habitual de la realidad y otorgarle un punto de vista diferente que la reconfigura en algo tan distinto a su versión original, que esa nueva reversión, por ridícula, absurda o extravagante, nos causa gracia.

Se dice que el humor, además, es un signo de inteligencia en las personas, aunque sabemos que hay gente muy inteligente sin humor y humoristas sin juicio, pero lo cierto es que se trata de un proceso intelectual de tres pasos ya que, discursivamente hablando, es una subversión de la realidad, de hecho, es una negación de la propia realidad así como lo es, por ejemplo, la ironía, la cual para muchos también resulta graciosa, es decir, que hay que pensar primero “del derecho”, después “del revés” y aplicar ese revés a la realidad ahora con una visión menos rígida y más original. En pocas palabras, es decirle al vecino “Lindo día!” cuando hay una tormenta espantosa.

Para muchas personas el humor es su mejor carta de presentación, sobre todo en los ambientes laborales. Quienes tienen la capacidad para hacer o entender las más sutiles bromas o ironías, o la habilidad para relajar momentos de tensión o preocupación usando el sentido del humor, son quienes tienen la potencia para generar mucha más conexión interpersonal y armonía entre los miembros de un equipo. Asimismo el uso del humor en los equipos de trabajo ayuda a enfrentarse a situaciones difíciles y salir fortalecido de ellas porque hace que les otorguemos otro sentido y las veamos desde otra perspectiva.

Por otro lado, el humor supone para la persona una gran habilidad verbal, abstracción y rapidez de pensamiento, creatividad, y lo más importante, un gran conocimiento de la esencia humana, pues se cuenta con la reacción positiva del otro antes siquiera de empezar a hacer el chiste.

¿Usted es gracioso o se hace?

El humor es principalmente innato pero tiene un gran componente de aprendizaje en la infancia y adolescencia, justo en el momento en donde el cerebro desarrolla el cableado, lo puede hacer con o sin humor. Sin embargo mediante las experiencias, vivencias y el contacto con el mundo y, sobre todo, con las demás personas, se puede aprender a desarrollar o a mejorar el sentido del  humor.

Un aspecto con el que hay que tener cuidado a la hora de mostrar al mundo nuestro gran ingenio y humor es que no todos manejan la misma gradualidad. El sarcasmo puede resultar insultante, la ridiculización puede ser humillante y la burla puede ser interpretado como un ataque violento.

Por otro lado, tampoco es cuestión de reírse de todo. Se puede mediante el humor desdramatizar una situación, pero no por eso se le debe restar importancia.

Tampoco es correcto reírse de los problemas de alguien, eso habla peor de la persona que se ríe que de la que tiene el problema. Y por último, hacer chistes desagradables lo único que va a provocar es que la gente se aleje de uno.

Por lo tanto, cuando el sentido del humor es positivo, es una muy valiosa herramienta que nos ayuda a afrontar las dificultades y el estrés de la vida, ya que le otorga a nuestros problemas otra perspectiva y nos ayuda a pensar en otras posibilidades para resolverlos o para encarar una posible solución.

Tener un buen sentido del humor hace posible el reírnos hasta de nosotros mismos y eso nos quita la presión de tener que mostrarnos siempre libres de errores y relativiza, ante los demás, cualquier desacierto que podamos tener.

Usemos el humor, hagamos humor y compartámoslo de forma sana con quienes queremos porque, aunque no parezca, es un gran regalo y sin lugar a dudas, con humor, todo es más fácil.

“Una persona sin sentido del humor es como un vagón sin resortes. Es sacudido por todas las piedritas del camino”.

Henry Ward Beecher