A quién no le habrán dicho, siendo niños, con el dedo amenazante, que lo que no se aprende por las buenas se aprende por las malas.
En verdad siempre fue una especie de amenaza a sortear y a la hora de elegir siempre preferimos “por las buenas”, pero nos pasó que esta vez, pandemia mediante y sobre todo en el ámbito laboral, ni siquiera pudimos elegir y algunas cosas tuvieron que ser “por las malas”.
Quiero dejar unas notas que tienen algo de mi experiencia personal y algo de experiencias ajenas y me gustaría, si llegan al final de la lectura, que quien lo desee, compartiera qué cosas aprendieron en estos meses, “por las malas”.
¿Qué cosas necesito para trabajar bien?
Desde lo más material a lo más abstracto y desde lo pequeño hasta lo enorme.
Aprendimos que no necesitábamos tantas cosas para trabajar bien; tantos cajones, carpetas, repisas y papeles.
Por otro lado, yo, que siempre quiero estar presente en la oficina, aprendí a trabajar a distancia y sorprendentemente bien, y lo cierto es que el teletrabajo, que muchas veces fue tomado como sinónimo de “trabajar menos o peor” es visto hoy como una opción totalmente aceptable y eficiente.
Llevo trabajando casi 5 meses con una notebook, un celular y una libreta de anotaciones de la cual no quise prescindir, baterías, cargadores y wifi.
¿Y qué más? Los afectos, las buenas relaciones, los llamados con los colegas, la camaradería y hasta el tiempo para hablar de cosas personales con tus compañeros y jefes. Esas cosas fueron, y siguen siendo, muy necesarias.
Trabajo en equipo y coordinación
En lo personal tengo la suerte de estar trabajando en un equipo muy coordinado desde antes de todo este problema y no nos fue difícil coordinarnos a la distancia, es más, puedo decir que nos sorprendimos de lo fácil que nos resultó coordinarnos, pero tuve la oportunidad de tener intercambios con otros equipos de diferentes empresas y las falencias fueron notorias.
Al principio las comunicaciones eran un teléfono descompuesto, realmente parecían estar trabajando en planetas distintos. Entiendo que en algunos casos pasó por un tema de liderazgos o de estructuras que impidieron la comunicación entre pares. Lo cierto es que con un poco de voluntad (y necesidad) las personas se terminaron coordinando, pero puedo asegurar que en esos casos aprendieron “por las malas”.
La forma de hacer negocios
Adaptarse o morir. Estamos ante el reto más Darwiniano que le tocó vivir a esta generación.
La creatividad y el cambio fueron la constante para todos. Quien no tenía un e-commerce tuvo que hacerlo. La presencia on line de las marcas se convirtió en una obligación. Quien vendía un producto muy posiblemente tuvo que cambiar de rubro o adaptarlo a la nueva realidad. Quien ofrecía un servicio se reinventó para ofrecer una experiencia. Si antes se solía cerrar un negocio almorzando con el cliente, ahora la reunión es por Zoom en 40 minutos. La inversión para seguir operando se hizo esencial. Para dar marcha a un nuevo negocio normalmente se analizaba muchísimo los escenarios posibles, pues “por las malas”, acá se emprendió y “re-emprendió” en el escenario menos previsible de toda nuestra vida.
Uso de la tecnología
“La maduración digital de las empresas” Muchas veces escuché esta sentencia, pero hay algo real y es que cada crisis mundial fue un catalizador de la tecnología, es el empujón “por las malas” que muchos sufrieron, pero que les permitió aprender en pocos meses lo que le hubiera llevado años.
Muchas personas resistieron por años la adopción de la tecnología por no haber tenido la posibilidad de aprenderlas y tuvieron que adoptarlas en muy poco tiempo, por ejemplo la ya mencionada “operación remota” que estaba en ciernes, se aceleró de forma masiva.
Aplicaciones, programas y herramientas colaborativas que, o utilizábamos moderadamente o no utilizábamos para nada, se convirtieron en herramientas de uso diario y masivo para darle fluidez a las comunicaciones en todas sus dimensiones.
Teletrabajo y horarios personales
Esto tampoco fue un problema en mi equipo de trabajo, ni antes ni ahora, pero sé de personas que trabajan desde sus hogares que tuvieron serios problemas en para equilibrar su trabajo con su espacio personal: llamados fuera del horario laboral, mails de madrugada, reuniones durante los fines de semana, etc. Términos como “derecho a la desconexión” son una zona de tensión en estos días, y si bien algunos tenemos los límites incorporados y otros los aprendieron a fuerza de ver cómo el interlocutor no te responde el mensaje de las 10 de la noche, hay una porción del mercado para el cual el proceso de aprendizaje está siendo durísimo.
¿Qué cosas vale la pena aprender?
Sobreoferta de clases, webinars, cursos, conferencias, etc. Al principio fue difícil elegir qué cosas incorporar a nuestro conocimiento y quizás nos atoramos con tanta cantidad de propuestas.
En lo personal, y esto también hablado con otros colegas, la recomendación es ir por ese conocimiento que tenga que ver con la adaptación del propio trabajo al crecimiento y los desafíos de la nueva realidad laboral. Preguntarse por aquella cosa que te va a servir saber de ahora en más.
Por otra parte, y lo considero super necesario, elegir aprender algo que nos guste mucho, cualquier cosa, incluso si nada tiene que ver con nuestro día a día laboral, hacerlo simplemente como una forma de cultivar el espíritu.
Retórica digital
Parece una pavada, pero no lo es. Las formas de expresión correctas y eficaces que conocemos, sean habladas o escritas, en una dinámica de comunicaciones veloces y mediante medios o aplicaciones digitales, se dieron de cabeza contra un mundo de emojis, gifs, videos, memes, stickers y referencias culturales que la mayoría no tenía y que hubo que aprender para poder entender y expresar conceptos correctamente utilizando nuevos “elementos significantes” en un contexto y con un lenguaje no solo nuevo sino que en constante cambio. Seamos honestos, no hay nada peor que un sticker o un emoji mal usado.
De las cosas a aprender “por las malas” esta es sin duda la más divertida.
Tu trabajo ¿es indispensable?
Fue bastante chocante aquella primera lista que establecía cuáles eran los “trabajos esenciales”, fue como una cuchilla que separaba a los que servían de los que no, a los útiles de los inútiles.
Por unos días nos arreglamos con los llamados “esenciales”, pero al rato empezamos a necesitar a los otros, y resultó que no eran tan prescindibles como se nos hizo creer. No hay trabajos ni trabajadores prescindibles A MENOS QUE EL MERCADO TE LO INDIQUE, (no sé cómo remarcar esto lo suficiente) primeramente porque el trabajo de uno es indispensable para uno, pero sobre todo porque si con tu trabajo das valor agregado a algo y alguien lo necesita y está dispuesto a pagar por ello, entonces tu trabajo es valioso y no es prescindible.
Las oportunidades
Nadie nunca tocará a tu puerta y te dirá: ¡Tengo una gran oportunidad para ti, te la regalo!
Esto no pasa ni en los buenos ni en los malos tiempos, pero hay algo de verdad en el adagio de que dice que “crisis es oportunidad”. Aunque crisis es crisis y nunca la crisis es buena, lo que provoca es un cambio del statu quo, para bien y para mal. Para mal ya sabemos, pero el efecto positivo de una crisis es que te obliga a desactivar el piloto automático, poner el pie en el freno y pensar, teniendo en cuenta las nuevas circunstancias, si estamos en el camino correcto o debemos modificar el rumbo.
No tengo dudas de que todos tuvimos que hacer este proceso y lo bueno es que, aunque fue muy “por las malas”, saldremos más creativos, con más experiencia, más flexibles y preparados para enfrentar los nuevos desafíos con mayores motivaciones y con una visión más innovadora.
Como ven, por las buenas y por las malas aprendimos muchas cosas en estos momentos en donde los acontecimientos se nos presentaron difíciles y muchas situaciones nos resultan complicadas, pero la clave de la superación está, sobre todo en tiempos de adversidad, en nunca dejar de aprender.